En uno de mis viajes a Río
de Janeiro, fui a cenar a un restaurante que me sorprendió. En una de sus
columnas había dos cajitas de distinto tamaño y ubicación. Como podrán observar en la foto, la
caja más chiquitita, para las Críticas, estaba
ubicada muy alta y era difícil de alcanzar, mientras que la caja para los Elogios estaba al alcance de todos los
comensales.
Esta idea me llevó a
reflexionar sobre el poder de lo que manifestamos y cómo repercute en nosotros
y en los demás. Vivimos en una era donde las palabras fluyen sin reparar si
estamos haciendo daño o perjudicando a alguien. Nos sentimos con la necesidad
de evaluar o juzgar permanentemente a todo y todos aquellos que nos rodean, sin
darnos cuenta de los efectos que dejamos en nuestro entorno.
Cuando existen obstáculos
para efectuar una crítica, la persona tiene que pensar si realmente vale la
pena continuar o debe descartar la tentación de realizar esa crítica. La
crítica, si bien no siempre es destructiva, tiene de por sí, por su propio
nombre, la capacidad de ser destructiva.
En particular, cuando es mal intencionada, puede generar inseguridad y
frustración en la persona que la recibe. Generalmente, las personas que fueron
criticadas desde niños, no solamente aprenden a criticar sino que, además, son personas
inseguras que buscan permanentemente la aprobación de los demás.
En cambio, considero que si
vamos a realizar una crítica, debemos utilizar la manera correcta de hacerla de
“forma constructiva” para que sea en beneficio de la persona ‒siempre desde un
punto de vista objetivo‒ con argumentos válidos que fundamenten esa crítica que
estamos haciendo para que esa persona pueda reflexionar y crecer, si es que la
acepta. Es importante que, como personas positivas, que deseamos ser, descartemos
toda clase de juicio dañino, que solamente muestra nuestro propio veneno o
frustración. Y debemos tener presente que la crítica, cuando no es constructiva,
solamente le hace daño a quien la hace porque quien la recibe, si es
inteligente, simplemente la ignora, por lo tanto se convierte en un veneno
auto-dirigido.
Así como sucede con las
críticas pasa lo contrario con los elogios. A las personas les cuesta elogiar,
generalmente se manifiestan con frases como “así debe ser” o “es su
responsabilidad” y muchas veces los elogios sirven para fortalecer y ayudar a
crecer, para estimular y tienen efecto
positivo en la salud mental de quien los recibe, siempre que sean sinceros y no
se trate de elogios para agradar o buscar algún otro beneficio.
Lo que me gustó y deseo
compartir con ustedes es que sería positivo hacer ese ejercicio, al igual que
lo hizo el dueño del restaurante y comenzar a realizar juicios o críticas,
conforme estas ubicaciones y tamaños. Aprendamos a realizar críticas
constructivas bien intencionadas y elogiemos a aquellos que lo merecen.
Aprendamos a ser generosos y elogiemos más y seamos mezquinos al criticar, para
criticar menos. IK
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