Frases de la Semana

martes, 19 de mayo de 2015

Poniendo límites a nuestros hijos


Leyendo el artículo "Felicidad y sufrimiento van de la mano", sobre la crianza de los hijos, publicado en el diario El Observador, el sicólogo Alejandro De Barbieri, autor del libro Educar sin culpa, realiza dos afirmaciones sumamente interesantes. La primera es que "…para ser padre hay que dejar de ser hijo" y la segunda es que "…los padres tienen miedo al autoritarismo y por eso no son firmes para decir no".

Como madre comparto totalmente lo expuesto por el Lic. De Barbieri, sobre todo, en que los padres debemos ejercer al educar una "autoridad sana", actuar con firmeza y descartar la violencia y la agresividad. No debemos olvidar que somos los primeros educadores de nuestros hijos.

En los niños la falta de firmeza y de normas claras es perjudicial para su desarrollo emocional, ya que no tienen una autoridad clara que los oriente, se acostumbran a no acatar órdenes y a no cumplir con las reglas de sus lugares de convivencia, sea la casa o el colegio.  Esto hace que al momento de cualquier negativa o frustración, reaccionen de forma violenta y, al ir creciendo, puedan caer en excesos.  Por su parte, cuando los padres actúan con firmeza, estableciendo reglas claras, marcando límites dentro de un ambiente de afecto, los ayudan a crecer seguros de sí mismos y sanos emocionalmente.

Retomando el artículo del Lic. De Barbieri,  este hace mención también  a aquellas "madres agobiadas por la ansiedad que le preguntan al niño cuanto la extrañaron o si las quieren".  Esto es tan tóxico como las agresiones o la violencia, dado que lo único que le genera al niño es la responsabilidad de cubrir esa ansiedad, aún sin tener las herramientas o condiciones necesarias para hacerlo. Una actitud así provoca que ese niño se estanque, que no madure y que quede atrapado en esa perversión. 

En "padres divorciados" la autoridad sana es mucho más difícil de ejercer,  ya que sienten culpa porque, en muchos casos, asumen el divorcio, aunque verbalmente no lo manifiesten, como abandono de sus hijos y tratan de ser sus amigos, perdiéndose el rol maravilloso y único de ser padre.  

En mi opinión, un padre no es un amigo. Muchos progenitores no encuentran quizás la palabra y la usan a discreción diciendo: soy tu mejor amigo, para demostrarle de alguna manera ese amor incondicional y que estarán ahí para todo lo que necesiten, en las buenas y en las malas. Pero esta afirmación de “mejor amigo” confunde al niño, que comparte muchas actividades con otros “amigos” de su misma edad, en un mismo plano de igualdad –donde no hay una línea de jerarquía- y con sus mismos intereses, donde cada uno de ellos expresa sus sentimientos y sus egoísmos.  Esos niños están creciendo sin un marco de referencia, sin autoridad y es ahí donde radica la mayor diferencia de ser padre, y se refleja en muchas relaciones entre padres e hijos en las que no existe respeto ni límites y donde las reacciones son propias de amigos y no de padres.

Y es en estos casos en que los hijos detectan esta debilidad y falta de autoritarismo sano y la aprovechan y manipulan para obtener lo deseado, a sabiendas que son en contra de la opinión de ese padre o madre. Utilizan argumentos que ayudan a aflorar esa culpa escondida por causa de esa separación y se transforman en relaciones tóxicas de amigos permisivos, perdiendo cada vez más la autoridad de padre.

En la mayoría de los casos, a esos hijos que manipulan a ese padre o madre carente de determinación y firmeza -que solo quiere ser amigo de su hijo y abandona lo más hermoso y único que tiene-, que es el “rol de padre”  muchas veces les cuesta aceptar las decisiones que sus padres toman. Inclusive cuando estos tienen una nueva pareja la boicotean ya que les cuesta separar al padre/madre de su condición de hombre/mujer. No permitamos que ese egoísmo aflore y condicione algo tan natural en todos los seres humanos como tener un compañero/a de vida.

No nos olvidemos de “ese rol maravilloso” que es ser padre y la convicción de que siendo firme en las decisiones que tomemos -quizás puedan darse momentos duros- a la larga, solamente harán de nuestros hijos hombres y mujeres sanos para afrontar la vida y prontos para ser padres “saludables”, en los que podamos ver reflejados todo el amor incondicional que durante su formación les diéramos.

Por lo tanto, los que somos padres cumplamos con ese rol ejerciendo nuestra autoridad “sana”, marcando límites claros y firmes y fortaleciendo a nuestros hijos para que mañana sean hombres y mujeres emocionalmente sanos que puedan disfrutar a sus compañeros de vida y continuar el ciclo de la vida. IK

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