Como muchos peones migrantes del campo, el destino de la palabra gurí fue primero suburbana, habitante de los aledaños de las ciudades o los pueblos del interior, y de a poco se fue volviendo urbana, a fuerza de comprobar que en todas partes había gurises, con zapatos de charol o en alpargatas, pero gurises al fin. Sorprenden las tantas maneras de nombrar a los más pequeños a un lado y otro del Río de la Plata, los tantos sinónimos de gurí: niño, muchacho, borrego, botija, guacho, pebete, pibe, pendejo, péndex, chiquilín, chango, cunumí, mitá, purrete.
Pocos lo saben aunque muchos pueden sospecharlo: la voz “gurí” viene del tupí-guaraní ngirí, y siempre significó lo mismo: niño, chiquito, criatura. Por ser voz tupí se ha usado desde siempre en toda la comarca en la que la cultura guaraní se mantuvo y permanece viva en las costumbres (como la inveterada de beber mate solo o en “compaña”), en la toponimia (si lo sabremos en el Uruguay, poético nombre guaraní de nuestra tierra) y en el lenguaje. Esa comarca cubre todo el Paraguay, todo el Uruguay, parte de Argentina y desde Rio Grande do Sul llega a golpear las puertas mismas de Brasilia. Constancia de ello es una de las canciones del carioca Chico Buarque, llamada precisamente “Meu gurí”.
Las palabras derivadas no son menos hermosas, y todas ellas están cargadas de afecto, son cálidas desde su pronunciación: gurisa, gurisada, gurises, gurisito. Las gurisas son, por esencia, bellas monalisas. Tanto es así que una acepción bastante extendida de gurisa es novia. Y la novia para el novio siempre es, sin excepciones, la más linda.
La gurisada por su parte, es la peña, la barra el grupo de adolescentes que crecen juntos y entre los que se construirán algunas amistades eternas, y quizás también los distanciamientos provocados por la inconstancia juvenil. Es posible que las traiciones adultas provengan de la no superación de esa inconstancia. Lo cierto es que todo gurí crecido ansía, en el fondo, ponerse los pantalones largos de una vez, y se inspecciona todos los días frente al espejo, en busca de pistas ciertas de un bigote incipiente. Y toda gurisa sabe que, mientras la llamen así, estará a salvo en el dorado país de la juventud, cerca quizás de la primera desilusión pero lejos, muy lejos todavía de la primera cana.
Por lo pronto, es bueno que siguen brotando los gurises, que vivamos rodeados de gurises, porque -como dice la canción- se precisan niños, gurisitos, para amanecer. Mario Barité
No hay comentarios.:
Publicar un comentario