Es
una pena como no aprovechamos la experiencia de nuestros antepasados respecto a
la crianza de nuestros hijos. Muchos progenitores confunden educar con mimar y
necesitan, de alguna manera, demostrar ese amor incondicional y asegurar a sus
hijos que estarán ahí para todo lo que necesiten, en las buenas y en las malas.
Esa actitud, seguramente inconsciente, la interpretan en que “debo sentarme
junto a mi hijo a realizar los deberes” o “lo hago como forma de un mimo o
cariño”, “se aburre por eso lo entretengo”, esto es un error. Si bien en ese
momento la acción satisface a ambas partes, no es la actitud más educativa, ya que ese progenitor desconoce que los niños a partir de los 6 años ya son autónomos para realizar los deberes solitos o buscar la manera de entretenerse.
Cuando éramos niños (y también nos aburríamos), a la falta de juguetes la
suplíamos/la compensábamos divirtiéndonos y, jugando, a la rayuela, a la payana
o a las bolitas… éramos creativos con lo que teníamos a nuestro alcance. En esa
época, la tecnología no estaba tan avanzada, no crecimos utilizando computadoras,
celulares, ipads, laptops, etc. como medio de entretenimiento o aprendizaje. En
nuestra época la televisión era con
horario predeterminado y tenía pocos canales, ya que no existía el cable.
Teníamos horarios para ir a dormir. Los padres educaban en valores y los
docentes educaban desde su rol. Y ese orden en el que crecimos no es un tema
menor, teniendo en cuenta que en la actualidad vivimos en un mundo de
inmediatez en el que las necesidades
deben ser cubiertas de forma inmediata.
Por ello, como progenitores, debemos alzar nuestra mirada y ver esta
instancia como una oportunidad para desarrollar positivamente la creatividad de
nuestros hijos, ya que les permitirá generar mecanismos que luego utilizarán en
otras situaciones de sus vidas. Así, les
ayudaremos a desarrollar lo que llamamos “pensamiento lateral” que procura solucionar
un tema desde otra perspectiva. Estos niños que para realizar deberes,
tareas encomendadas o simplemente para divertirse en momentos de ocio necesitan
de otra persona ya sea un papá, una mamá o un tutor, no serán autónomos ni
tendrán la confianza suficiente en ellos mismos, dado que no les han brindado la
oportunidad de crecer en forma independiente valiéndose de las herramientas
adecuadas para la realización de sus actividades.
Así por ejemplo, cuando un niño pregunta el
significado de una palabra debemos recomendarle el uso del diccionario, de esta
manera le enseñamos el camino de la solución, mostrándole una herramienta
apropiada, desafiándolo a la búsqueda y a generar un espíritu investigador. Si no
entiende un deber o tarea podemos, como padres, guiarlos pero nunca hacerle los
deberes, ya que es mejor que el niño pregunte nuevamente a su maestro o
profesor creando un vínculo de compromiso genuino con el docente. Si el niño entrega
un deber escolar hecho o corregido por el padre sacará buena nota pero ese niño
está siendo debilitado emocionalmente frente a los desafíos que le tocarán
vivir -aunque en ese momento saque una nota máxima- le estamos enseñando el
“camino equivocado” y no le estamos ayudando como padres a desarrollar su
intelecto y su poder de razonamiento. Por su parte, el docente descansará
tranquilo porque asumirá que ese niño aprendió y está en condiciones de
continuar avanzando en su aprendizaje.
En la etapa liceal
o universitaria, esos niños criados en forma dependiente, seguirán necesitando
a esa figura a su lado para validar sus trabajos. Ante la ausencia de ese
progenitor o en caso que no esté ese padre capacitado para cubrir esa
necesidad, no buscarán la manera de realizar sus trabajos solos y seguros, sino
que buscarán y/o exigirán un profesor
particular o reaccionarán con frustración porque se sentirán inseguros de sí
mismos, careciendo de autoestima y personalidad con relación a lo que producen
o elaboran, dado que necesitan la permanente aprobación porque fueron asistidos y no educados para
valerse por ellos mismos.
Por ello, creo que los padres no debemos
confundir “hacer un mimo” con “hacer los deberes” o “hacer de payasos para
entretenerlos”. Esta generación de niños, cuando necesitan algo, incluso un
lápiz, solo se limitan a decir “no tengo lápiz” y ahí sale ese papá/mamá
corriendo a solucionar el problema, lo que debilita a ese niño que no sabrá
buscar soluciones cuando se encuentre solo y seguramente buscará a otro ser
para que le cubra su necesidad ante su falta de confianza para arreglárselas
solito. Porque… no nos olvidemos que una cosa es compartir actividades o
momentos juntos con los roles de padre e hijo bien resueltos y otra muy
diferente es cuando ese niño quiere convertir a su progenitor en sustitutos de niños
de su misma edad.
Como padres debemos formar, fortalecer, vigilar,
apoyar a nuestros hijos para que sean independientes, seguros de sí mismos,
disciplinados en sus quehaceres y que no necesiten siempre un “tutor” para
cualquier actividad que realicen. Permitamos
que aprendan de sus aciertos y errores, démosles las herramientas adecuadas
para que construyan su autoestima y aprendan a valorar sus trabajos y a tomar
sus propias decisiones sin la permanente consulta de si está bien o mal o si
gusta o no, no los hagamos rehenes de sus limitaciones sino al contrario,
démosles la libertad de valerse por sí mismos. IK
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