Frases de la Semana

martes, 23 de junio de 2015

Significado de Vintén

No faltan fábulas, historias o parábolas en las cuales la moraleja final sugiere que el mundo será alguna vez de los humildes, o que, en el peor de los casos, los menos favorecidos siempre se harán su lugar, su derecho a vivir y a seguir adelante. Destino que entraña el cumplimiento de un viejo aforismo quizás campero, el cual asegura que hasta la brizna de pasto más fina hace su sombra en el césped.
 
A menudo se suele anteponer la razón de los humildes a la razón del dinero. Sin embargo, también el metal vil sabe de jerarquías, poderes y hermanos pobres. Uno de ellos, el que posiblemente sea el hermano más pobre de todos es el vintén, la moneda de la calle, la de los mendigos y los niños, la que funge en las propinas, cuya posesión nunca aseguró un futuro venturoso sino, apenas, durar un día más, seguir en la pelea.
 
Curioso es comprobar que si bien hace décadas que no circulan vintenes en Uruguay, nadie se ha olvidado de ellos, y hasta podría decirse que existen cada día en sus virtuales símbolos, en el acuñado social de ideas para expresar la suerte esquiva de los más débiles. Como si lo que importara no fuera el mísero valor de dos centésimos, sino lo que, sobre una cantidad tan mínima, puede construirse como alegoría y metáfora del dinero que debe conquistar cada día el ganapán.
 
Allá por los '80 el grupo Pareceres cantaba una canción que lo expresaba con mayor evidencia: “Sin un vintén / sin un vintén / la gente vive como le den”. Todavía hoy se dice, de un gesto de desproporcionada avaricia “mirá lo que hizo por unos pocos vintenes”; o de alguien a quien no le dio la energía para llegar a una meta: “le faltó un vintén para el peso”. Y hasta se ha generado una expresión despectiva, la del vintenero, aquel mezquino o avaro extremo, que por obtener o ahorrarse unas pocas monedas podría vender a su propia madre, si fuere menester.
 
Aunque la palabra 'vintén' luce como un uruguayismo de pura cepa, en verdad tiene sus orígenes muy lejanos en el tiempo y en la distancia. En la reciente edición del Diccionario de la Real Academia (2014), se afirma que viene de 'veintén' (moneda antigua de veinte centésimos), aunque en una edición anterior se aseguraba que el veintén era, en cambio, un escudo de oro de veinte reales.
 
Daniel Granada, por su parte, escribía en 1889 que el vintén fue una vulgar moneda de cobre de dos centésimos, y que su nombre había llegado a estas tierras desde la frontera en tiempos de la bota portuguesa, pues del otro lado de la línea se llamaba vintém. A falta de bonos del tesoro, dólares y euros, Isidoro de María decía en 1809 que por la plaza montevideana corrían “los cuartillos, medios reales, reales y los pesos de plata”, y agregaba: “nada de vintenes ni reis que eran desconocidos (...) que vinieron con la dominación portuguesa, con las patacas, medias patacas y patacones, y los cobres de 10, 20 y 40 reis”. Justamente, esa moneda de veinte reis parece que equivalía a los que fueron más adelante, nuestros vintenes.
 
Al hurgar en el fondo de la bolsa, descubrimos que el primer vintém brasileño de cobre fue acuñado en Brasil en 1693 y hasta aproximadamente 1832. También hubo vintéms de bronce  en algunos momentos del siglo XIX, bajo imperio de Don Pedro II, y luego en el siglo XX hasta el año 1935. Hasta se conoció un vintém de plata, la reina madre de la familia, que solo circuló unos pocos años a fines del siglo XVII.
 
El vintén vernáculo, el vintén oriental era de cobre, o quizás de alguna aleación todavía más económica, carnadura de su popularísima ralea.
 
Hace mucho ya que no hay vintenes, aunque siempre estarán sus versiones equivalentes, materiales o simbólicas: moneditas, chirolas, chauchas y palitos, chapas. Vintenes juntados en la repartija de estampitas de primera comunión, o en el pedido callejero pa'l judas. La moneda del mendigo, la moneda del niño, la moneda de los que siempre podrán entrar por el agujero de una cerradura al reino de los cielos.


Mario Barité

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